Blas (Carlos Alberto Rodríguez), es un común visitante de Alburquerque (Extremadura, España) que deambula por algunos de los hermosos rincones de la localidad y de sus alrededores. Estos últimos, espacios patrimoniales, se manifiestan  como espacios vacíos y poco practicados. Sin embargo, conforme llega a cada uno de estos, asume un estado de catarsis generado por un evento musical de la localidad, lo que anula la cotidianidad y le eleva espiritualmente. Inundado por la libertad de disfrutar de lo absurdo y de lo impulsivo, se ve absorbido por la atmósfera del espacio.

   Continúa su paseo hasta las pinturas rupestres de Los Abrigos del Risco de San Blas, donde tiene lugar el apogeo de su estado emocional, donde transita a un nuevo espacio - tiempo y, bajo una acción ritual real sin precedentes,  el sonido es causa y consecuencia del movimiento